Patologías psiquiátricas

Esquizofrenia

Aproximadamente el 1% de la población sufre esquizofrenia. No es tener “doble” o “múltiple” personalidad. De hecho este concepto como es entendido popularmente poquísimas veces ocurre. La mayoría de personas con esquizofrenia (al contrario de lo que se cree habitualmente) no son violentas y no son causa de peligro para otros.

 

Ser psicópata no implica necesariamente tener esquizofrenia. Y viceversa.En la esquizofrenia existe por una parte un trastorno en la percepción e interpretación de estímulos (delirios, ilusiones); la mente “crea” estímulos que son reales para el paciente (alucinaciones), siendo esto un contraste ya que el paciente se da cuenta de que los demás no perciben estos estímulos. 


Esto provoca niveles de angustia muy altos, con un fuerte sentimiento de soledad. Progresivamente existen mayor dificultad para distinguir lo real de lo irreal.  Todo esto termina provocando en la persona apatía, aislamiento social, soledad. Tristemente, el estigma social es muchas veces el mayor sufrimiento o problema de una persona con esquizofrenia.


Estudios recientes afirman que mantener unos vínculos sociales y familiares que supongan un apoyo y un ambiente acogedor para el paciente es tan importante como tomar el tratamiento.

Insomnio

El sueño, según algunos autores, nos recuerda inconsciente e instintivamente a la muerte. Es un momento en el que nos abandonamos para perder el control durante unas horas. Dependemos de un despertar que no es voluntario, que tampoco desencadenamos conscientemente.

 

Este lapso de pérdida de control durante la noche es angustioso muchas veces, sobre todo cuando hay necesidad de mantener la realidad lo más controlada posible. Aquí entra en juego también el miedo que todos tenemos inherentemente la muerte, a desaparecer, a dejar de ser. Con los fármacos, el problema a veces persiste o se agrava. Es en esos casos en los que el factor biológico pueda no ser el grueso del problema.


Durante la noche el cerebro se “recarga” de serotonina, dopamina, cortisol (neurotransmisores)... sustancias que tui cerebro necesita para la motivación, alegria, vigilia, actividad, tomar decisiones, y otras tantas funciones. Esta “recarga” se realiza sobre todo en las fases más profundas de sueño (cuando no soñamos y es más difícil despertar). Algunos somníferos empeoran esta fase profunda del sueño; de manera que hay que intentar evitarlos y darlos solo en emergencias, siendo el tratamiento farmacológico algo delicado y que debe ser controlado por un profesional. 


Durante los sueños la mente ordena recuerdos, emociones; los integra. Y en ocasiones recuerdos del subconsciente entran y se mezclan con los sueño. Esto es normal; en ocasiones una pesadilla equivale a sacar la basura, o un sueño extraño a elaborar parcialmente un trauma. 

 

Al final con el sueño todo tiene algo que ver con saber “abandonarse”; dejarse caer. Es por esto que los problemas de ansiedad / depresión se relacionan estrechamente con los problemas de insomnio.

Ansiedad

“Fight or flight”. Luchar o huir. Dos palabras que resumen nuestra reacción ante el miedo o una amenaza; ante una respuesta de estrés/ansiedad. En nuestro cuerpo se desencadenan una serie de reacciones que nos preparan para enfrentarnos a ese peligro, o a huir de él.  Tiene lugar una descarga de adrenalina y noradrenalina; el corazón se acelera, el ritmo respiratorio, aumenta la tensión arterial, aumenta momentáneamente la capacidad de concentración y los reflejos.⠀


Nuestro sistema nervioso no entiende de tipos de amenaza a la hora de desencadenar esta cascada. La amenaza puede ser alguien que te quiere agredir, o puede ser un conductor que te increpa gritando desde su coche. La reacción fisiológica es parecida. Normalmente, las amenazas del día a día no suponen realmente que tengamos que luchar o salir corriendo; requieren de una gestión más “civilizada”. Con lo cual, si nuestra actividad física es poca o nula, esto hace que aumente la ansiedad de forma crónica; esta tensión se acumula.


Por eso insisto tanto con el ejercicio físico en consulta. Con cuidar los momentos de bienestar de cada día. Porque al final no es cuestión de no sufrir, o de no tener miedo; sino de saber gestionar el sufrimiento, saber afrontar los miedos... es al fin y al cabo una cuestión de balance.


Cuando la ansierdad o el estrés llegan a un punto muy elevado, tienen lugar el ataque de pánico o de angustia; un episodio repentino de miedo intenso, que provoca reacciones fisiológicas muy fuertes. Existe una sensación de pérdida de control propia,  incluso de muerte inminente

 

 

Se puede notar hormigueo, falta de aire, debilidad, mareos, calor o escalofríos. Como causa subyacente suele haber una exposición a estrés continuada cuya acumulación resulta en esta explosión de ansiedad repentina. Lo desagradable no son sólo las sensaciones o procesos a nivel corporal, sino la certeza del pensamiento de que "nadie te puede ayudar", o de que "nadie puede entender lo que te pasa". Es decir, hay un componente de sensación de soledad y/o aislamiento. Incluso en espacios abiertos, o con muchas gente.


Así, esta angustia extrema se relaciona muchas veces  la certeza o miedo de no poder recibir ayuda en esos momentos, o de no poder escapar fácilmente del lugar donde nos encontramos.  Es una sensación muy desagradable, quien no la ha sufrido suele tener mucha dificultad para comprender. 


Es imprescindible psicoterapia, pues es muy probable que se desarrolle un temor crónico al "siguiente ataque", y la sugestión en este caso cobra mucho peso. Con los fármacos eliminamos parte de los síntomas, o podemos cortar un ataque de pánico, pero no podemos solucionar el problema en su totalidad ni mucho menos.⠀

 

Es fundamental para la persona que padece este trastorno poder establecer un vínculo válido y estable con alguien con quien perciban empatía y que entiendan por lo que están pasando, sin exigirle; pero con una firmeza que le ayude a apoyarse.


Podría entenderse como la punta del iceberg. Detrás de un ataque de pánico, hay unas causas, y estas causas pueden ser muy profundas; incluso enterradas parcialmente en el subconsciente.

Depresión

«No tengo ganas de nada. Me gustaría dormirme y no despertarme. Esta vida me viene grande. Para qué tanto sufrir.»


Son frases que seguramente has oído o que quizás has pensado alguna vez. Pueden tener detrás una depresión. Podríamos decir que la depresión es un estado de ánimo persistente que tiende a la tristeza o desesperanza. Puede ser de tipo exógena (de causa externa, estas son las más frecuentes) o endógena (de causa principalmente “biológica”, estas son las menos frecuentes).⠀


Dejar de sentir placer como antes (anhedonia), nada te motiva (abulia), vives como alma en pena (apatía), y miras el futuro con pesimismo (desesperanza).  La cuestión es que intentar mejorar tú, “poner más de tu parte” suele ser una solución con fecha de caducidad. Normalmente se necesita un apoyo, una ayuda externa. 

 

Estar triste no es estar deprimido. La tristeza en sí es una emoción necesaria para poder expresarnos, comprendernos y crecer. En la depresión lo que ocurre es, digamos, una tristeza crónica y resistente. No toda depresión precisa de ayuda profesional. Esto depende del crecimiento personal de cada uno, de las herramientas y recursos que tenga.


Pero es habitual que la gravedad de la depresión supere la capacidad de la persona para recuperarse y gestionar esa tristeza crónica, ese trastorno de la voluntad, esa apatía y desesperanza. Es en esos casos en los que se precisa ayuda psicológica y/o farmacológica.⠀

 

Pero a parte de cada pastilla, detrás de cada consulta, empieza la rutina de la persona, las decisiones que construyen el día a día.

Al empezar a afrontar la depresión, el margen de libertad para actuar suele ser muy estrecho; por el sufrimiento presente, por la percepción de uno mismo, por la escasez de fuerzas, por la visión parcial de la realidad. Ese margen de libertad, por pequeño que sea, debe ser esgrimido por la persona como un arma pequeña, pero imprescindible y poderosa. Le urge empezar a trabajar y cuidar su higiene vital.


Entendemos como higiene vital un conjunto de acciones y hábitos que tienen como resultado un cuidado y seguimiento de las necesidades de la persona, desde las más básicas (dormir, comer) hasta las más elevadas (inteligencia emocional, trascendencia, capacidad de introspección).

 

Para mi, la ayuda más importante debe estar basada en la conexión personal. Es decir, en establecer vínculos sanos y terapéuticos con otra persona, que puede ser un amigo, tu pareja, o tu terapeuta. Es fundamental en cuanto empiezas a recobrar fuerzas y ya tienes cierta capacidad funcional “aprender” a generar de nuevo tú mismo los neurotransmisores que estaban escaseando mediante actividades,  con las que aprendamos de nuevo a segregar nuestras propias endorfinas (placer, relajación), nuestra serotonina (placer, disfrutar), nuestra dopamina (ilusión, motivación, capacidad de emprender acciones, recompensa).


Recuperar aficiones, deporte, reconectar con personas con las que habías perdido relación, dormir tus 8 horas, comer bien, mantener al margen las relaciones tóxicas.⠀ Para ello es necesario que la propia persona piense qué actividades son las más rentables en cuanto a esfuerzo/recompensa. Recuperar actividades que hace años eran agradables suele ser muy positivo.

 

Así, la actitud pasiva inicial propia de la depresión debe ser guiada a una actitud adulta y proactiva; y para esto es fundamental el por qué y el para qué.

Adicción

«Hay una actividad que me gusta mucho. La hago frecuentemente. Tanto que a veces me pregunto… ¿seré adicto?» Es habitual tener esta duda cuando alguien se da cuenta de que está perdiendo el control.

 

Hay una serie de preguntas que te pueden ayudar.

Si aun así tienes dudas, ayuda mucho preguntar al que tienes cerca, a alguien con confianza. Una adición difícilmente pasa desapercibida para el entorno.

 

Si aun así tienes dudas, o si ya te has dado cuenta de que tienes una dicción; no lo dudes, pide ayuda. 

Los trastornos mentales no son una señal de debilidad o de falta de carácter. Son enfermedades reales que pueden tratarse.